viernes, 8 de enero de 2010

Vesania (I)

Desde aquel día mi vida se ha consumido como el cadáver que huyó de la fría realidad.

El silencio ha caído a través de los años,

Mientras los versos que una vez escribí en mi sucia pared se escondían de la luz.


Un anciano ha permanecido tres días frente a mi hogar.

Preocupado por los ruidos junto a la soledad.


Las luchas internas me han ganado,

He perdido cada sintonía con mi mente.

¡Puedo verla, aún vive!


El águila dorado pasa siempre a las dos de la tarde frente a mi habitación.

Mirándome profundamente,

Cuando suena el televisor que oculta mi locura.


¿Sera por eso que no me dejan salir?

¿Por tantas jeringas que sitúan en mi suelo?…


El espejo me miente.

Muestra un tipo que no existe,

Se lo ha llevado la muerte.


Mi razón se despide de mí cuando quiere.

Eso me da miedo,

Porque hace que me sienta muy mal.


Los arboles me lloran en el crepúsculo.

Mi ventana comienza a enfrentar el viento.

¿Dónde estoy?

Es la pregunta que atormenta mi ambiente siniestro…


Mis amigas, las moscas, ya no me hablan.

Sus aleteos se han detenido.

Mis oraciones no sirven,

Dado que no reviven de mi caja de esperanzas.


El mundo se me va. En blanco.

Todo lo que me rodea se une, para despedirse de mí.

Señor anciano no me salvara, tengo cien candados protegiéndome.

Temo despedirme para siempre.

¿Sera que esta es la muerte o otra cruda ilusión?

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