viernes, 19 de febrero de 2010

¿Sientes a este demente?

Entre la noche y el madrugo existe una gran diferencia,

Pero entre tu consciencia y mi presencia no existe alguna.

¿Sientes a este demente durante la hora que duermes?


El sol del alba atormenta tu sueño,

Las nubes que no alcanzas representan a un poema.

Como si fuera la última vez que se leyera.

Antes de morir.


Miles de cigarros se prenden a la carrera,

Un aroma danzante simboliza esa primavera.

Tal vez estoy aquí o este allá cuando me recuerdas.


La luz que antes alumbraba el resentimiento de un solitario,

Permanece débil ante tus ojos.

Mientras impides distinguir entre un sueño y un amor.


En qué momento llegaste,

Intentando abrir las puertas de lo que ya no se consigue.

Si cada hora viene con su muerte,

Y cada segundo llega con su suerte.


Sin embargo aún te siento,

Entre los brazos de los bravos.

Y mientras los exprimes, usted preguntará:

¿Será que se siente este demente?

viernes, 12 de febrero de 2010

El muro de mis recuerdos.

Me encontraba entre los ruidos de mi mente,

Junto a la tentación de mi pasado.

Buscando una repuesta a un presente tan solitario.

Como un candado atado sin su llave.


Yo, con mis deseos tan carnívoros, me evaporo entre mis sueños.

¿Dónde está mi vida que ya no la veo?

Tal vez me fui o soy víctima de uno de los trastornos de la demencia.


Un muro divide mi razón,

Y cada bloque interrumpe mis pensamientos.

Sin afecto alguno me convierte en lo que soy,

Y lo que siempre seré.


Pregúntame a mi mismo,

Si es que estás allí.

Tocándome la puerta sin que yo pueda abrir.


Aflora un sentimiento que llega de una memoria,

Y entre las barreras de mi realidad se encuentra atrapada.

Intentando escapar sin euforia.


Surtidor de la vida,

¿Cada cuanto construyes estas prisiones?


¡Qué se derrame el vaso de mi alma!

Hasta la última gota conocida como el tiempo.

Los pitos de la subsistencia se apagaran,

Incluso con una sonrisa malhechora.


Soberbio estaré en el final,

Junto al deseo de convertirme en cenizas.

Donde pueda volar,

Y eternamente observar las paredes que un día pertenecieron a mis recuerdos.

sábado, 6 de febrero de 2010

Las candelas y un fuego llamado vida.


Han secuestrado el alma que una vez un dios me dio. Yo, en mi negación ante ella, mi vi obligado a recibirla sin opción alguna. Mi respiración comenzó a funcionar, mis ojos comenzaron a observar, mis oídos a escuchar los sonidos perturbadores que nunca terminan. Mi vi enfrentado a lo que tanto conozco como la vida misma. Comenzaron a habitar los que nunca quise a mí alrededor y se fueron los que siempre distribuían energías. La soledad que tanto añoraba se consumió entre la multitud, opacando mis propios deseos de no estar. Nunca había sido víctima de dicho castigo, ni siquiera existe un porque alguno en mi razonamiento.

Mientras camino, la corriente de la vida me empuja junto a ella. Me encuentro en una prisión con un techo como cielo, atrapado entre paredes de las leyes de la física. ¿Qué motivo dentro de mí me obliga a quererme como terrícola?

Comienzan los días que la gente tanto anhela. La aparición de un sol, unas nubes sin rumbo alguno, brisas cariñosas por la tarde, y una luna llena de infidelidad a las siete de la noche. Cambio las direcciones contradictorias con mis energías internas, pero no examino que mi única responsabilidad es aquí y ahora. El fuego, como vida en la cima de una de las candelas que somos, derrite las sensibilidades junto a ella. Ya eso no existe aquí, a nadie le importa el camino hacía el corazón.

Al igual como le pasan a ustedes, me sucede todo el tiempo. Me usan como marioneta, donde tengo que subsistir con cada cuerda llena de un valor para así poder desplazarme en una sociedad tan falsa como mis sueños.

Después de cada suceso, reconozco que durante el camino el final siempre me agarra de la mano. Su función es esperar cada paso de mi existencia. Cuando él decida mi fin, sencillamente exhalará un poco de aire y eternamente se esfumara el fuego que una vez poso frente a la candela conocida como mi persona.



lunes, 1 de febrero de 2010

No estoy aquí.

No creo en ti,

Por la simple cantinela que me haces sentir.

Ni ayer, ni hoy, ni mañana.

Siempre fue así.


Mírate a un espejo,

Dime si estoy allí.

Sobando un cuello fantasioso,

Porque no estoy aquí.


Cántame canciones,

Para ver si regreso.

Desde que me fui

Sólo observo tu codicia desde lejos.


No escapes tu mirada,

Tú sabes que te estoy mirando.

¿Es que te sientes intimidada?


Aunque vivas,

Muerta eres y serás para mí.

Junto al ataúd de mis plegarias.


Que se revienten tus ventanas,

La visera de tu desvestimiento.

Donde se encuentra mi alma extravagante.


Y tu sonrisa tan simple,

Aún padece al reírse.

Supongo que me sientes,

Aunque no esté yo presente.