jueves, 25 de marzo de 2010

Siénteme entre el silencio.

Puse mis dedos frente al espejo macabro, cuando quise ver mis lagrimas brotaban desde un sentimiento inconsciente. Ya no sabía en donde estaba, solo sentía bailar el humo de un cigarrillo que se convertía poco a poco en una colilla.

Sofocaba entre la bruma. El televisor aun sonaba, mientras el teléfono callaba. La llamada que tanto esperaba no me sentía, pero yo si a ella.

Las calles mojadas, tristes e inmóviles soplaban ese viento helado que un día nos acompaño durante el viaje hacia nuestras mentes. Quería escribir sobre esa mañana, aunque me borraras de tu vida.

Cae fin a la lluvia en este invierno extraño. No veo la sangre restregada en mi pecho, la tina aun chorrea agua, los zumbidos aumentan junto a mis oídos, la locura me acompaña en estos dos años ahogados en la soledad.

Tocan mi puerta seis veces al día, preocupados por este muerto en vida con los ojos rojos y las pestañas cortadas

Cuando recuerdo a Emily lo único que queda es temblequear junto a la nicotina. Las cartas que una vez me escribió tapan el drenaje de mi sangre combinada con agua sucia, fluyendo en la tina de mis penas.

El juego de la noche se aproxima en mis percepciones, quedándome con ese rayito de luz que ilumina mi esperanza. Todavía puedo escucharte hablar en el alumbrado, sé que sigues allí cuando no está nadie. Aproximándote, lentamente, en mis susurros silenciosos.

Entro en una viva pesadilla; Demacrado por la espera del ser humano, levantándome entre las dudas del porque. Escucho tus colores, pero ¿En donde están los sonidos?

Entonces, plasmo los llantos del pasado en tu corazón. Tal vez le mientes al mundo que ya no me quieres ver, pero sólo quiero que sepas que soy yo el observador a distancia de las verdades junto a tu mirada llena de hipocresía.

Dime si me quieres ver, sólo debes saber que he cambiado mucho….


Michael W. McGivern.


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